Protagonistas del CVPBA: Vocación veterinaria que se expresa también en el arte

/Fuente: Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires/


Hay vocaciones que no se eligen: se llevan en la sangre. Para Liliana Gauris, médica veterinaria matriculada en el Distrito 3 del CVPBA, la profesión estuvo presente desde la infancia, al punto de convertirse en una de las primeras palabras que escribió. “Creo que nací veterinaria; está en mi ADN”, expresa. Esa convicción, forjada desde muy temprano, sigue vigente aun hoy, cuando por cuestiones de salud ya no puede ejercer plenamente, pero conserva intacta la motivación de ayudar a cada animal que lo necesite. La posibilidad de aliviar el sufrimiento y acompañar la recuperación continúa siendo una fuente profunda de sentido.

Los caballos ocuparon siempre un lugar central en su historia personal y profesional. El amor por estos animales y el interés por su abordaje médico marcaron su camino, aunque distintas circunstancias le impidieron desarrollarse en ese ámbito como hubiera deseado y la llevaron a dejar de atenderlos hace varios años. Sin embargo, ese vínculo nunca se interrumpió: encontró en el arte una manera distinta —pero igualmente intensa— de permanecer cerca de ellos.

El dibujo y la pintura se transformaron en un espacio de encuentro. Liliana comenzó retratando equinos con lápices de colores sobre papel y, en 1979, realizó su primer retrato hiperrealista. Fue allí donde empezó a desarrollar una técnica propia, “pelo a pelo”, orientada a reproducir con precisión cada detalle anatómico y, especialmente, la profundidad de la mirada. Cada obra se convirtió así en un diálogo silencioso, íntimo y sostenido con el animal retratado.

Si bien los caballos son los grandes protagonistas de su producción artística, su primer óleo fue el retrato de “el gaucho Félix”, realizado en La Rural durante la exposición Nuestros Caballos, un ámbito en el que expuso sus obras durante varios años. Desde entonces, la pintura pasó a ser no solo una expresión artística, sino también una forma de canalizar una sensibilidad profundamente ligada a su formación veterinaria.

Al pintar, busca que quien observa la obra sienta la presencia del caballo, como si pudiera tocarlo. La mirada —asegura— es el elemento más profundo y revelador. En ese proceso creativo experimenta una conexión intensa que le permite captar la fuerza, la nobleza y el espíritu del animal. Esa misma sensibilidad atraviesa su manera de ejercer la veterinaria: el arte la entrenó para observar con mayor atención, interpretar gestos sutiles y comprender que cada individuo es único. En su recorrido, el arte y la profesión se complementan desde un mismo lugar: el respeto profundo y el amor por los animales.

La convivencia entre la práctica veterinaria y la vida artística no siempre fue sencilla. La inspiración no reconoce horarios y muchas veces llegó en medio de las obligaciones profesionales. Aun así, ambas dimensiones forman parte de una misma identidad. Cada obra tuvo su significado en el momento de ser creada: cuando comienza un trabajo, entra en comunión con él; cuando lo termina, lo deja partir.

A los colegas que también buscan equilibrar la profesión con otras pasiones, Liliana deja un mensaje claro y sincero: cuando existe una vocación o un deseo profundo, siempre es posible encontrar un espacio para hacerlo realidad.

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